sábado, 17 de octubre de 2009

De Tenerife al corazón de los Alpes "Ultra Trail du Mont Blanc 2009"

Son pocas las gestas que comienzan un día concreto a una hora concreta. Ésta lo hizo el viernes 28 de agosto a las seis y media de la tarde, en Chamonix (Francia), con el pistoletazo de salida de la carrera más dura del mundo en su categoría, la Ultra Trail del Mont Blanc: 166 kilómetros por senderos que rodean el macizo del Mont Blanc, en el corazón de los Alpes, 9.400 metros de desnivel positivo, 2.300 corredores, 46 horas para cruzar la meta.

En carreras así, los corredores son más que corredores, son héroes con bastones en vez de lanzas y mochilas de alta competición que suplen a los macutos de antaño. Pero como en las antiguas batallas, estos héroes, cuando apenas quedan unos minutos para el comienzo de la carrera, también se remueven inquietos, gritan consignas de victoria e izan los bastones en señal de desafío. Luego viene la cuenta atrás, coreada en francés por el público, y los corredores empiezan a desfilar, unos corriendo, otros trotando, la mayoría caminando. Los espectadores nos abrimos a su paso, formando un pasillo. "Allez, allez", grita el público francés, "vamos, vamos", se anima a vocear algún que otro español.

Como en toda gesta, en ésta también hay cientos, miles de historias. En concreto hay 2.300 historias, una por cada corredor, por cada héroe, pero yo no puedo contarlas todas. Sí puedo contar dos, las de Juan de Dios Delgado Rosa y Carlos Álvarez Iglesias, dos corredores a los que podemos encontrar entrenando aquí en Tenerife, ya sea en las pistas de La Esperanza o en el sendero serpenteante que conduce al cráter de El Teide. Aquí en este blog podrán conocer de primera mano la dureza de los entrenamientos por las cumbres de la isla.

Después de 101 kilómetros de carrera, Juan de Dios tuvo que retirarse. Habían pasado casi 24 horas desde que salió de Chamonix.

A Juan de Dios y a Carlos los vi prepararse la noche anterior, dos guerreros antes de la batalla. En la mochila tenía que entrar todo: una chaqueta impermeable, un frontal, un silbato, una manta térmica, una gorra, el móvil, agua, algo de comer. También los acompañé a la salida, los dos con los tenis bien atados y los bastones en la mano. Y finalmente les deseé suerte cuando desfilaron junto con el resto de los corredores, uno al lado del otro, maravillados por el respaldo del público que se había concentrado en Chamonix. Lo que ocurrió más adelante lo sé porque así me lo contaron ellos.


Primero fue la llegada de la noche, cuando apenas habían recorrido los primeros quince kilómetros, lo que convirtió a la fila interminable de corredores en una serpiente de luz. Después, la bienvenida que les ofrecieron los pueblos de Saint Gervais y Les Contamines, la niebla y el frío que los recibió en La Balme, a 1.706 metros de altura, las hogueras junto a los avituallamientos, la llegada a Cormayeur, en Italia, con 76 kilómetros ya recorridos. Carlos, que ha llegado a Cormayeur a las diez de la mañana del sábado, después de haber estado quince horas y media corriendo, está muy cansado, piensa en retirarse, pero finalmente decide continuar. Juan de Dios llega a este mismo avituallamiento cuando apenas faltan tres minutos para la una del mediodía, con los pies llenos de llagas. Él lleva dieciocho horas y media de carrera. La una del mediodía es la hora máxima permitida por la organización para entrar en Cormayeur, por lo que si hubiera llegado aquí unos minutos más tarde habría sido llevado de regreso a Chamonix.


A pesar de todo, del tiempo que juega en su contra, de las llagas que no le dejan correr, ya ni siquiera caminar, Juan de Dios decide también proseguir, un paso y luego otro, con los corredores escoba detrás suyo, hasta que los pies así se lo permitan. Estos mismos pies le impedirán ir más allá de Arnuva, cuando ya había recorrido 101 kilómetros. La organización informa de que Juan de Dios, a las seis menos diez de la tarde, después de casi veinticuatro horas de carrera, se ha tenido que retirar.


Mientras tanto, Carlos sigue en carrera. Refugio Elena, Grand Col Ferret, La Peule, La Fouly, Issert. Llega al pueblo de Champex, en Suiza, a las once menos veinte de la noche, con más de 28 horas de carrera. Ya ha recorrido 123 kilómetros pero aún faltan 43 más. Sin embargo, ya no hay vuelta atrás, hay que terminar la carrera pase lo que pase. Bovine, Trient, Vallorcine. Cuando alcanza el avituallamiento de La Flégère son las diez menos cuarto de la mañana del domingo. Ha estado toda la noche corriendo, pero ya solo le quedan 7 kilómetros para cruzar la meta. Recorre estos últimos kilómetros, cuesta abajo, en apenas 42 minutos. Finalmente, a las diez y media de la mañana del domingo, transcurridas 40 horas, Carlos cruza la meta en el puesto 590, mientras el sistema de megafonía corea su nombre.


El ganador de la carrera, Kilian Jornet, catalán, llegó el día anterior, a las cuatro de la tarde, después de completar los 166 kilómetros en unas asombrosas 21 horas y media, mientras que de los 2.300 corredores que salieron de Chamonix, solamente 1.383 consiguieron finalizar. Pero en carreras como la Ultra Trail del Mont Blanc no hay ganadores ni vencidos, solo hay héroes cuyas únicas armas son unos buenos tenis para correr y un par de bastones. Y lo único que importa son sus historias.
Artículo escrito por Leticia Martín.

Desde aquí quiero darle las gracias a Leti por su aportación a este blog con esta narración magnífica y sobre todo en lo que a mí respecta (Juan de Dios) decirle gracias por el cariño, el ánimo y la atención que me ha prestado en todo el viaje (como nos ha cuidado) y como no darle mi enhorabuena a Carlos por la excelente carrera en la que lo importante es ser FINISHER.
Volveré a por ella y lo conseguiré.
Juan de Dios.
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